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Fragmentos inmarcesibles de nuestro amor

Querida mía, te escribo esta breve carta con ocasión de tu natalicio. No es intención de este humilde amante tuyo el agasajarte con palabras huecas. Tal empresa sería inapropiada para describir mis sentimientos hacia ti y, peor aún, una desconsideración hacia tu persona. Antes bien, mi voluntad y firme propósito radica en que aceptes este retazo escrito como muestra viviente de nuestro amor. Un amor cincelado por los dioses bajo la atenta mirada de los serenos, eternos guardianes de la noche. Me invade una sensación de dulce felicidad al saber que, un año más, caminas junto a mi lado; como la brisa mañanera en la costa, que tan bien sienta a nuestras acaloradas mejillas. Con ímprobo esfuerzo te ruego, por favor, que aceptes este obsequio que te ofrezco. Esperando que el apogeo del día te traiga buenas nuevas, me despido de ti y quedo a tu disposición una vez se produzca el ocaso vespertino.
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Kairós o la virtud del tiempo que nunca muere

Quizá porque hace dos días celebré mi trigésimo primer cumpleaños, o tal vez porque ha pasado casi un año desde la última vez que escribí algo para mi blog, la reflexión sobre el paso del tiempo me ha venido a la mente. A decir verdad, es un asunto al que siempre le estoy dando vueltas, eso sí, nunca con la pausa (qué ironía, ¿no?) que necesita todo pensamiento digno de su nombre. Es un lugar común en la metáfora literaria describir el paso del tiempo como el agua que se escapa entre las manos, inasible por definición e inexorable en su singladura. Ciertamente, el tiempo es una realidad contradictoria, pues no puede prescindirse de ella (¿qué somos, sino tiempo?) y, a la vez, resulta de todo punto esquiva; me refiero a que no podemos “tocar” directamente el tiempo, ni tampoco verlo u olerlo. Tan solo podemos “representarlo”, acomodarlo a nuestra forma de ver, pensar y sentir las cosas. En efecto, sometemos el tiempo a nuestro designio, le obligamos a pasar por el tributo de la razón hu

Mi vida después de ocho años escribiendo

Creé este blog hace ocho años, cuando era estudiante de Filosofía en la Universidad de Granada. Tras este tiempo, escribo la entrada número cien. Algunas de ellas, como el resumen de la Poética de Aristóteles, acumulan más de 300.000 visitas (supongo que por el sincero interés en la filosofía griega y no con ánimo de hacer "copia y pega" para los trabajos del instituto), mientras que otras apenas han llegado a la treintena de visualizaciones. Nunca me he tomado la escritura como un trabajo (en principio, como comprobaréis más adelante), sino, más bien, como un espacio de desarrollo del pensamiento y de disfrute o placer. Un lugar en el que poder expresar inquietudes, reflexionar sobre temas de interés o, sencillamente, dar rienda suelta a la necesidad humana de contar cosas. La idea de crear un blog, algo que -dicho sea de paso- hice sin pretensiones de profesionalización, me surgió a raíz de la lectura de algunas publicaciones de un buen amigo mío, compañero de la carrera. J

Patologías psicosociales del capitalismo acelerado

Una de las claves del capitalismo actual es que su fuerza no reside ya -al menos, no exclusivamente- en el poder que deriva del derecho de propiedad. No estamos ya ante una burguesía territorial, que controla la producción e impone sus condiciones a la clase asalariada. Más bien, nos las habemos con una clase dominante difuminada cuyo ejercicio del poder reside en prácticas, digamos, "simbólicas"; el valor no se extrae ya de la tierra y la fuerza física del obrero, sino del trabajo cognitivo (formándose lo que Bifo llamaba "cognitariado", entendida como nueva clase social mayoritaria y oprimida). Pensémoslo bien. Nadie tiene ni idea de qué o quiénes son los mercados financieros; sin embargo, la preocupación por su estado o situación determina las reglas de las, en teoría, sociedades democráticas. No son pocas las ocasiones en las que el poder político alude a la necesidad de "calmar a los mercados" o "dar seguridad a las empresas". La opacidad de

Deconstruir el amor

El amor ha sido un tema típico de estudio en nuestra tradición filosófica y literaria. Del amor se han dicho muchas cosas y todas ellas variadas. Lo cierto es que no siempre hemos pensado lo mismo acerca de este fenómeno de naturaleza elusiva. ¿Qué es el amor? ¿Un sentimiento? ¿Un concepto? ¿Una institución? ¿Una palabra bonita para designar una pulsión sexual sublimada por la cultura? No sabemos si el amor es algo más que un arte, como ya apuntaba Fromm en su excelente ensayo escrito en 1956, o si, por el contrario, es una ciencia, algo así como un conjunto bien ordenado y secuenciado de alteraciones neuroquímicas que, al ensamblarse gracias a la conexión exitosa de diferentes áreas de nuestro cerebro, producen esa sensación de tener “mariposas en el estómago”.  La experiencia del amor es diversa; su tipología, también. Sin embargo, hay un denominador común, allende toda cultura, sociedad o tiempo, a saber, su universalidad. Parece este razonamiento una petición de principio (nombre c

Mindhunter: ¿El criminal nace o se hace?

La serie de Mindhunter es una de las mejores ficciones televisivas del catálogo de Netflix. Dirigida, entre otros, por David Fincher, la serie sobresale en todos los sentidos: factura técnica, guion, desarrollo psicológico de los personajes, ambientación, ritmo, etc. No hay nada mal hecho en Mindhunter porque sus creadores han invertido dinero, tiempo y muchísimo trabajo en pulir todos esos pequeños detalles que diferencian a las grandes producciones de las que son simplemente buenas. A mí, en lo personal, lo que más me ha gustado ha sido el apartado fotográfico; de cada capítulo es posible extraer varios planos y secuencias impecables a nivel de imagen. ¿De qué trata Mindhunter? A grandes rasgos, versa sobre asesinos en serie; más en detalle, aborda la psicología del criminal. El matiz es importante. No son equivalentes el thriller policial de asesinos en serie ( serial killers ) y el análisis sociológico y psicológico del hecho criminal. Mindhunter está más cerca de ser un tratado ci

"Unorthodox" o la comunidad desobrada

Ayer vi la miniserie de Netflix titulada “Unorthodox”. En tan solo cuatro capítulos de aproximadamente unos cincuenta minutos de duración, se nos cuenta la historia de Esty, una joven judía que vive en Williamsburg, una comunidad judía ultraortodoxa (en concreto, son jasídicos) afincada en el barrio de Brooklyn, lugar del que decide huir sin dar explicación como consecuencia del ambiente opresivo que la anula por completo. Un matrimonio concertado, la prohibición de dedicarse a cualquier actividad que no sea el cuidado de la casa (ni siquiera se permite a las mujeres leer el Talmud ), la presión de la comunidad para que se quede embarazada (porque es su “misión”) y la incapacidad total para tomar decisiones sobre su vida, son algunas de las razones que se le muestran al espectador como elementos de un contexto religioso sin duda alguna asfixiante.  Con la ayuda de su clandestina profesora de piano, a la que conoce porque es la inquilina de su padre, Esty decide poner rumbo a Ber